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martes, 13 de marzo de 2012

Paseando por El Tiro


  Los lunes los suelo dedicar a ir cine, por aquello de que apenas hay gente y que los eternos estudiantes tenemos el mismo descuento que el Día del Espectador. Últimamente voy al Centro Comercial El Tiro, que para los que no seáis de Murcia, es el enésimo, y de momento último, centro comercial que la iniciativa privada, en este caso El Corte Inglés,  ha puesto al “servicio” de los murcianos. Siempre llego con algo de tiempo, así que me suelo dar un paseo por los pasillos vacios del Centro, y mientras,  me voy indignando recordando algunos de los mantras que, a fuerza de repetirlos, se han convertido en verdades incuestionables. Aquello de que “quien arriesga su dinero en un negocio, lo suele emplear mejor” o “cada uno, si es con su dinero, que haga lo que quiera” o “si esto lo hacen así, es porque lo tendrán estudiado”.

  Pero la cuestión es que, pese a que la gente puede que arriesgue su dinero en montar un negocio, en los últimos 3 años se han dado de baja más de un millón de empresas. Y quién piense que esto ha sido por la crisis, que sepa que solo en 2006 fueron cerca de trescientas mil las que bajaron la persiana.
En cuanto a la impunidad que tienen los inversores privados por aquello de que usan su dinero, se debe saber que todos los problemas que tiene la economía española vienen precisamente de las decisiones de esos inversores. La deuda privada  (de hogares y de empresas) de nuestro país es cerca de cuatro veces mayor que la pública (La del Estado, de las CCAA y de los ayuntamientos).

  Y en cuanto a que toda idea de negocio está amparada por unos sesudos análisis, Keynes planteaba que los seres humanos nos guiamos más por nuestra ideología que por nuestros intereses. Eso explica que si hay una corriente de fondo, como la de que la vivienda siempre sube de precio, muy pocos tienen la suficiente cordura para reparar en lo obvio.

  Si analizamos un sector económico escogido al azar, es  muy probable que esté sobredimensionado. Como el caso de los macrocentros comerciales de los que hablaba al principio, éstos no surgen porque haya una necesidad ciudadana de sus servicios. Nacen porque quieren quedarse con una porción de tarta que, desgraciadamente, ya está repartida. Es fácil deducir que para que pueda existir una verdadera competencia, se hace necesario un exceso de oferta que consume unos recursos escasos y valiosísimos. Así, vemos como nacen cientos de tiendas vacías, en contraste con la saturación con la que empiezan a funcionar colegios y hospitales públicos.

  Si nos escandalizamos por las obras faraónicas de ayuntamientos y comunidades autónomas en los últimos años, pongamos el grito en cielo, o donde sea, por los desmanes  de la iniciativa privada, que son muchos más.