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miércoles, 24 de octubre de 2012

El juego de la Independencia


En marzo de 2008 Mariano Rajoy comenzó la campaña electoral de las generales en Castelldefels. Las razones de este hecho, aparentemente trivial, fueron dos. La primera fue que este pueblo era uno de los pocos municipios catalanes donde el PP no era un partido residual (tanto es así que en 2011 ganó las municipales). La segunda sería la importancia que Catalunya iba a tener en aquellas elecciones.


Tras la derrota de 2004, Pedro Arriola, asesor áulico de Rajoy, entendió que ante cuatro años de relativa estabilidad económica (como entonces se creía) y con la marca PSOE al alza, el gran peligro con el que se iba a enfrentar el PP sería la desmovilización de sus votantes menos ideologizados; un colectivo éste que acude a votar en mayor proporción cuanto mayor grado de tensión política hay. Y vaya que hubo tensión. Tuvo incluso nombre, “Estatut”, y apellido, Ternera.  

La mayoría de los analistas coinciden en que el radicalismo del PP fue la causa de su derrota de 2008. Mi opinión es que alcanzó un resultado mejor del que cabría esperar, por lo que la estrategia de la crispación rindió sus frutos. Para entenderlo veamos unos cuantos gráficos.

Gráfico 1.  Porcentaje de voto de PP y PSOE en las elecciones generales de 2008, en todo el país y descontando Catalunya. Fuente Ministerio del Interior

Como vemos en la Gráfico 1 por primera vez en treinta años de democracia, un partido político pierde unas elecciones por la “presencia” de Catalunya en España. Cuatro años antes, como muestra el Gráfico 2, la diferencia entre ambos partidos también fue muy pequeña: apenas un escaño a favor del PSOE


Figura 2 Número de escaños en España  de PSOE y PP (gráfico de columnas) y en España menos Catalunya (líneas de  tendencia). Fuente Ministerio del Interior

La tendencia que se observa en los últimos años en el contexto nacional es una alternancia de hegemonías entre los dos partidos, donde se suceden victorias claras (de más de 4 puntos de diferencia) de uno u otro. Cuando el análisis se realiza sobre la “parte no catalana de España”, la alternancia en la hegemonía da paso a una situación en la que la izquierda solo aspira a alcanzar un empate.

Hay pues una coincidencia de intereses entre las derechas española y catalana, pues a la hegemonía que el PP encontraría es una España post-independencia de Catalunya, CiU la alcanzaría en una hipotética República Catalana. Y esto es así por el curioso comportamiento electoral de los catalanes, que en las elecciones autonómicas siempre han concedido una mayoría de escaños a Convergencia (no así en votos, como en 2003) y en las nacionales al PSC, como vemos en el Gráfico 3:

Gráfico 3 Número de diputados catalanes de PSC y CiU en las sucesivas elecciones legislativas





Pero este paraíso a ambas márgenes del Ebro no es solo un fin para Las Derechas, es también un medio y un discurso. La razón es  que los partidos juegan a fijar el marco de la realidad, es decir, a establecer el orden del día del debate público. Como los conservadores, tanto españoles como catalanes, son percibidos en  ambas sociedades como los que mejor gestionan los asuntos identitarios, la labor de PP y CiU consiste en hacer que sea la unidad de la patria, o su independencia, el principal tema de discusión en la calle y los medios. Y en esas están